Angélica Salgado lloró de alegría cuando recibió su primer cheque de la empresa chilena Cornershop en 2017. Después de dos años sin trabajo en Santiago, a Salgado le ofrecieron un contrato de 30 horas para ser shopper, una de cientos de personas que Cornershop contrató para recorrer los supermercados de la ciudad y entregar víveres a domicilio a través de la aplicación.
“Tenía auto y pensé: ‘Soy mamá, sé cómo encontrar buenos productos en la tienda, ¿qué tan difícil puede ser?’”.
Cornershop fue fundada en Santiago de Chile en 2015 por Oskar Hjertonsson, Daniel Undurraga y Juan Pablo Cuevas. La empresa se destacó por ofrecerles contratos laborales formales a todos sus trabajadores, desde los shoppers hasta los gerentes.
“Me sentía una empleada más”, cuenta Salgado.
Pero el sistema que shoppers como Salgado tanto valoraban se ha ido erosionando gradualmente, un proceso que se aceleró en julio de 2020 cuando Uber, el gigante tecnológico con sede en San Francisco, adalid de la gig economy, se convirtió en el accionista mayoritario de Cornershop. En julio de 2021, Uber terminó de absorber al primer unicornio de Chile tras comprar el 47% restante de la empresa por 1,400 millones de dólares en acciones.
“Cornershop tiene el corazón de una abuela. Pero Uber es una máquina que viene a arrasar con todo”, dice Salgado.
Es parte de la estrategia de Uber para crear una megaplataforma global de servicios, integrando la tienda de víveres en línea chilena con Uber Eats y con su servicio de transporte compartido.
Un vocero de Uber le contó a Rest of World que América Latina es una de las regiones donde la empresa registra mayor crecimiento. Uber tiene la intención de desarrollar la tecnología de Cornershop para ampliar los servicios de entrega de comestibles a otras categorías comerciales como la ropa.
“Con este acuerdo, afianzaremos lo que nos hace especiales; además, para crecer más rápido, tendremos acceso a todas las ventajas de Uber. ¡Vamos que se puede!”, tuiteó Hjertonsson, uno de los tres fundadores de Cornershop en junio de 2021, tras confirmarse la adquisición total de Uber.
Se han producido cambios significativos desde que Uber se hizo cargo de la empresa. En agosto de 2020, Uber se puso a la cabeza de las negociaciones con la mayor empresa minorista de Chile, Cencosud, para abrir “tiendas oscuras” —sucursales de supermercados exclusivas para shoppers—, a fin de reducir los tiempos de cola y agilizar la experiencia de entrega.
En el momento del acuerdo, Eduardo Donnelly, director general de Uber Eats para América Latina, dijo: “Estamos muy entusiasmados con la posibilidad de que Cornershop comience a trabajar con Cencosud… Gracias a nuestra integración tecnológica, los usuarios de las aplicaciones de Uber pueden acceder a sus tiendas y productos”.
“Cornershop tiene el corazón de una abuela. Pero Uber es una máquina que viene a arrasar con todo”.
Sin embargo, mientras los ejecutivos de Uber y Cornershop celebran la adquisición, los shoppers temen que la fusión haya provocado un importante deterioro de sus condiciones de trabajo.
Cuando Salgado empezó a trabajar en la empresa, le encantó la generosa mentalidad millennial. Aunque trabajaba sola en su coche, se hizo amiga de sus compañeros en los grupos de WhatsApp de la empresa, que incluían a los shoppers en la calle y a la administración en la oficina, que solucionaban cualquier problema relacionado con un pedido. Todos los meses se reunían para tomar una copa de trabajo y Cornershop pagaba la cuenta.
Aunque los shoppers bajo contrato no tenían los beneficios de los que disfrutaba el personal de la oficina —como masajes gratuitos y cerveza de barril—, les iba muy bien en comparación con los repartidores independientes de aplicaciones rivales como Rappi y PedidosYa.
Todos los vendedores de Cornershop se llevaban a casa un sueldo fijo cada mes, más las comisiones. Tenían sus gastos cubiertos, días de enfermedad pagados, planes de jubilación y estaban cubiertos en caso de cualquier accidente de tráfico.
Como empleados en regla, la ley chilena les permitía formar un sindicato, del que Salgado es presidenta desde hace cuatro años. Tenían acceso directo a la gerencia general de Cornershop, con la que discutían cómo mejorar la aplicación y las condiciones laborales de los trabajadores.
En 2017, Salgado y sus 230 colegas repartidores ya contaban con algo que brilla por su ausencia en la gig economy: derechos laborales.
Después, Uber adquirió la aplicación. Poco antes, en marzo de 2020, Salgado se reunió con Cuevas en persona para hablar de la seguridad de los shoppers durante la pandemia. Cuevas siempre se había mostrado comprensivo, accesible y dispuesto a ayudar. Pero durante esa reunión, le dijo que Uber tendría un papel más protagónico a la hora de tomar decisiones, y que de hecho se haría cargo de la empresa, introduciendo cambios.
“Me dijo que a Uber no le gustaban los sindicatos”, dijo Salgado. Aunque el tono era amistoso, Salgado dijo que lo sintió como una advertencia.

Tras 11 años de funcionamiento, el servicio de transporte compartido de Uber está presente en más de 10,000 ciudades de más de sesenta países. La megaempresa se ha erigido en pionera y principal defensora de la gig economy.
“Uber es tan representativo de ese modelo que su nombre se convirtió en sinónimo: la uberización de la economía”, dice Rodrigo Palomo Vélez, decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de Talca.
Aunque los shoppers afirman que ha habido un cambio innegable desde la incorporación de Uber, el gigante del transporte restringió de inmediato el acogedor ambiente de trabajo que Salgado había disfrutado tanto en los primeros días de Cornershop.
Visto desde la perspectiva de los capitales de riesgo, el cambio de cultura empresarial de Cornershop era esperable sencillamente en términos de supervivencia. Incluso antes de que se metiera Uber, Cornershop se estaba preparando para expandirse, obligada a vérselas con una serie de nuevos competidores como Glovo, Rappi y PedidosYa, un adversario ya bien afincado.
En 2018, Cornershop dejó de contratar shoppers e incorporó a miles de trabajadores independientes. Se acabaron las copas de trabajo con los compañeros.
A medida que el plantel de repartidores crecía, los gerentes de las oficinas dejaban los grupos de Whatsapp y ocultaban sus números, por lo cual los shoppers solo podían comunicarse con sus colegas de la oficina a través del centro de mensajería interno de la app.
El cambio le allanó el camino a Uber para cortar el resto de los vínculos sociales entre la sede de la empresa y los trabajadores en la calle, incluido el contacto con la gerencia, la comunicación directa con las oficinas y la negociación de los derechos de los shoppers.
“Un sistema que ya era impersonal se ha vuelto aún más impersonal”, afirma Guillermo Castro, un exshopper cuya cuenta fue bloqueada repentinamente el mes pasado.
Ha intentado averiguar por qué Cornershop le dio de baja, pero la aplicación se niega a brindarle esa información. Sospecha que lo echaron por quejarse a través del centro de mensajería por un cambio brusco en sus calificaciones, lo que tuvo como resultado que perdiera pedidos clave y recibiera un salario más bajo.
A los shoppers los califican en función de una serie de parámetros: el tiempo que tardan en encontrar el pedido, las calificaciones de los clientes, la cantidad de pedidos que rechazan y el tiempo de actividad en la aplicación. Castro afirma que sus calificaciones eran superiores a la media en todos los rubros.
“Tus calificaciones cambian y no sabes por qué. Nunca te dan información”, dijo Castro. “Trabajas en la oscuridad y te sientes impotente”.
Otro shopper, Carlos, prefirió permanecer en el anonimato por temor a que su cuenta fuera bloqueada si la aplicación lo identificara. Dijo que Cornershop se había vuelto cada vez más exigente con los shoppers desde que se incorporó hace dos años, por la misma época en que Uber pasó a ser accionista mayoritario.
“A los shoppers los castigan por todo. Cuando tratas de explicarle al gerente, no te escuchan. Si preguntas por qué ha bajado tu puntuación, no te lo explican".
Cuando Carlos empezó como shopper independiente en 2019, podía elegir dónde quería trabajar en la ciudad. Sin embargo, en el último año, la aplicación lo ha obligado a trabajar cada vez más en zonas de Santiago que prefiere evitar. Dice que la seguridad es un problema para muchos de sus compañeros, especialmente las mujeres.
Añadió que la comunicación con los shoppers se ha vuelto cada vez más tensa. El personal de apoyo de la aplicación solo utiliza dibujos animados como foto de perfil. Sospecha que copian y pegan sus respuestas.
“Me gustaría verles las caras y poder hablar de mis derechos como cualquier otro trabajador”, dijo. “Pero si me quejo, me pueden bloquear la cuenta de inmediato”.

En declaraciones a Rest of World, Uber negó que haya realizado cambios en las operaciones de Cornershop, subrayando que la aplicación ha funcionado hasta la fecha de forma independiente de Uber. Esta declaración contrasta con las experiencias vividas por shoppers como Salgado, Carlos y Castro.
Uber dijo que “sigue en estrecho contacto” con los shoppers, pero presagió futuros cambios “en los próximos meses, [ya que] nuestros equipos comenzarán a encontrar sinergias y a avanzar hacia la integración con la familia Uber”. La empresa no hizo más comentarios sobre los cambios que se introdujeron en el sistema de calificación, con cuya falta de transparencia los shoppers están tan descontentos.
En marcado contraste con la dignidad laboral que Salgado destacó cuando se incorporó a la empresa, el portavoz de Uber le dijo a Rest of World que los shoppers son “trabajadores independientes que acuden a Cornershop by Uber en busca de una oportunidad de ganar dinero en sus propios términos."
Palomo Vélez, el académico de la Universidad de Talca, sostiene que la adhesión de Cornershop al modelo de la gig economy no es necesariamente culpa de Uber, sino que es resultado de expandirse para sobrevivir en un mercado saturado: “La idea original de Cornershop era ser un pequeño negocio local, no la megaempresa que es hoy”.
“A los shoppers los castigan por todo. Cuando tratas de explicarle al gerente, no te escuchan. Si preguntas por qué ha bajado tu puntuación, no te lo explican".
Si bien han tenido lugar debates políticos sobre la falta de derechos laborales para la mano de obra cada vez más numerosa que depende de estas aplicaciones, los trabajadores temen que la respuesta del gobierno conservador de Chile a las demandas de mayor regulación sean solo palabras que se lleve el viento. Hace unos meses, el gobierno declaró “de suma urgencia” un proyecto de ley que busca dar garantías sociales básicas a los repartidores de las plataformas.
Aunque el proyecto de ley promete mayor seguridad en lo tocante a accidentes y enfermedades, Salgado y sus compañeros del sindicato se oponen ferozmente a la propuesta, ya que permitirá a las apps seguir contratando trabajadores independientes.
El escenario no es muy diferente al de la famosa Propuesta 22 que se sometió a votación en California, que contaba con el apoyo de empresas como Lyft y Uber, y que prometía a los trabajadores de la gig economy beneficios y protecciones que jamás se materializaron. En agosto, un juez de California declaró inconstitucional la Propuesta, reavivando la larga lucha por los derechos de los trabajadores en el estado.
Un portavoz de Uber dijo que el proyecto de ley respaldado por el gobierno de Chile “reconoce la flexibilidad y la autonomía de quienes generan ingresos mediante la tecnología”, mientras que Salgado descarta sin rodeos la propuesta como “un monstruo”.
Sin embargo, el arma secreta del sindicato de Cornershop puede ser la asamblea constituyente de 155 personas, compuesta en gran parte por miembros progresistas y de izquierdas. Actualmente están redactando una nueva constitución para Chile, que se presentará el año que viene.
Palomo Veléz predice que la nueva constitución, diseñada para reforzar las escasas garantías sociales de Chile, junto con leyes de regulación más estrictas, obligará a Uber a adaptarse.
Es una lucha que Salgado está dispuesta a llevar hasta las últimas consecuencias: no quiere que sus hijos crezcan y trabajen en las condiciones de precariedad que impone este modelo económico.
“Si tu trabajo no te cubre la comida, la calefacción o los aportes jubilatorios, hay gato encerrado”, dice. “Es un ciclo demencial de abandono absoluto de personas que no cuentan con muchas otras posibilidades de empleo”.