Hasta hace un año, Álex —quien junto con seis otros trabajadores entrevistados por Rest of World, pidió mantener su anonimato para evitar represalias— no sabía que los autos que él ensambla necesitan entre 100 y 150 chips para su funcionamiento. Tiene más de diez años trabajando como operador en la armadora de General Motors (GM) en San Luis Potosí, en el centro norte de México.
Álex se enteró de estos requerimientos de chips en febrero, cuando se anunció el primer paro técnico en la armadora. Él pensó que serían unos pocos días de descanso, pero estos se han ido extendiendo a lo largo del año. “Los tres días de paro se convirtieron en un mes”, le dijo el obrero de 40 años a Rest of World.
Las plantas de GM han sido las más afectadas en términos de producción en México por los paros técnicos a causa del desabasto mundial de chips. El año pasado el panorama era muy distinto: la empresa ocupó el primer lugar en producción y exportación nacional, en un país que ocupó el séptimo lugar en producción y el cuarto lugar en exportación mundial de autos, siendo Estados Unidos su principal destino. En lo que va del último semestre del 2021, la producción doméstica de vehículos ligeros cayó un 25.51% respecto al mismo periodo del año anterior.
Desde enero hasta septiembre, los obreros de GM en San Luis Potosí llevan 166 días con las líneas de ensamble paradas, según las estimaciones dadas a los trabajadores por los supervisores de área. En septiembre se les dejó de comunicar estas estimaciones. Ellos denuncian recortes salariales y jornadas extenuantes de trabajo tras acuerdos que se han hecho entre la empresa automotriz y el sindicato sin su consentimiento, dijeron los empleados que hablaron con Rest of World.
Antes de la crisis de la escasez de chips, la producción del sector automotriz ya se había visto afectada durante los primeros meses de la pandemia. Fernanda, una joven empleada de GM de 28 años, dice que esas interrupciones en la producción durante los primeros meses del covid-19 “parecían unas vacaciones largas”.
Para mayo de 2020, el gobierno de México decretó al sector automotriz como esencial, permitiendo a las armadoras reanudar su producción. En ese año, GM dijo que revirtió los despidos por la pandemia, empleando a cerca de 21,000 trabajadores en sus cuatro plantas manufactureras.
En los últimos meses del 2020, como consecuencia de los cierres industriales globales y el incremento de la demanda de productos electrónicos por la pandemia, los compradores de videojuegos, de teléfonos celulares y de autos comenzaron a escuchar que esas pequeñas tarjetas de silicio con circuitos electrónicos comenzaban a escasear.
Según Guido Vildozo, analista de IHS Markit, ahora las fábricas automotrices esperan, en promedio, 26 semanas para la entrega de sus pedidos de chips, que no son suficientes. En noviembre de este año, GM en México disminuyó su producción interanual en un 43.71%, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
“Me recortaron el sueldo, pero los gastos siguen igual”, dijo Álex. “Yo no tengo hijos, no tengo otras responsabilidades. Pero yo sí noto mucha desesperación en mis compañeros con familia”.
En una semana normal de trabajo, Álex recibe 2,100 pesos ($99 dólares) de sueldo. Durante una semana de paro, donde los impuestos y descuentos siguen siendo los mismos, el trabajador gana aproximadamente 750 pesos ($35 dólares). A los empleados sindicalizados se les paga el 55% del sueldo, en cambio a los supervisores y directivos, que manejan su relación laboral directa con la empresa, se les paga el 85% de su salario o se le da la opción de tomar los paros como días de vacaciones para evitar el descuento.
En el caso de la planta de GM en San Luis Potosí, el porcentaje del recorte fue acordado por la Confederación de Trabajadores de México (CTM), uno de los sindicatos más viejos y fuertes en el país. Ernesto Gutiérrez, activista y defensor obrero, señala que la CTM es un sindicato que vela por los intereses de las empresas, ofreciendo “contratos de protección patronal” que dan discrecionalidad de las decisiones laborales sin confrontación.
“Esos chips me hicieron perder mi libertad”.
El dirigente de la CTM en San Luis Potosí, Emilio de Jesús Ramírez Guerrero, insistió que los cortes estaban asegurando la conservación de los empleos. Junto con los recortes salariales “se les están aplicando algunas prestaciones que los llevan, prácticamente, al 70% de salario”, le dijo a Rest of World. “No es la mejor opción, lo sabemos, pero esto solo se podrá salvar con la comprensión de los trabajadores”.
Rest of World tuvo acceso a los recibos de nómina de dos de los empleados de GM San Luis Potosí, que corroboran sus declaraciones. Los depósitos reflejaban aproximadamente la mitad de su salario normal, con los “beneficios adicionales” mencionados por Ramírez Guerrero siendo en realidad los fondos de ahorro y vales de despensa; obligaciones legales que anteceden a la pandemia.
Mientras tanto, GM en San Luis Potosí ha informado, en distintas entrevistas en medios locales, que ninguno de sus empleados ha sido despedido. Esto ha sido confirmado por la Unión de Usuarios de la Zona Industrial y por la Secretaría de Trabajo y Previsión Social del Estado. Rest of World se acercó a General Motors México para conocer su postura ante los reclamos, pero no recibió respuesta.
Para trabajadores como Alberto, además de los ajustes salariales, la dificultad de la crisis de chips se traduce en un sentimiento de inestabilidad laboral. El joven de 25 años próximamente cumplirá tres años trabajando en GM y recordar eso le causa nostalgia. Meses antes de la pandemia, rentó un departamento y adquirió una deuda grande para amueblar su nueva casa. Pero el 55% de su salario no le permitió pagar el crédito, la renta ni los gastos fijos de la casa, entonces tuvo que regresar a casa de su mamá.
“Esos chips me hicieron perder mi libertad”, comenta Alberto.
Fernanda dijo que “con tanto gasto, no ajustábamos ni la leche en fórmula que toma mi bebé”. En abril, la operadora comenzó a vender productos de belleza por catálogo entre su grupo de amigas y compañeras de trabajo. Ahora, Fernanda bromea con dejar su extenuante jornada laboral, de seis de la tarde a seis de la mañana, y dedicarse a la ventas que le han permitido igualar su salario antes de la crisis.
“Entendemos que para la empresa solo somos números”, dijo la empleada a Rest of World.
A 145 kilómetros, está la planta de General Motors de Silao, Guanajuato, una armadora más grande con una plantilla laboral de aproximadamente 6,500 personas; la de San Luis Potosí cuenta con alrededor de 4,000. En agosto pasado, la crisis de los chips llevó a su punto de quiebre a los trabajadores de esta fábrica. Molestos por lo que consideraban los excesos del sindicato y la empresa, votaron en contra de la ratificación del contrato sindical negociado por el sindicato Miguel Trujillo López, parte de la CTM,.
Los paros por la escasez de chips “permitieron que más trabajadores se dieran cuenta que nuestro salario es muy bajo y el sindicato no nos está ayudando”, dijo un miembro del sindicato creado en oposición a la CTM, el Sindicato Independiente de Trabajadores y Trabajadoras de la Industria Automotriz (SINTTIA) a Rest of World. “Al contrario, nos descuentan las cuotas sindicales, que son millonarias, aunque nosotros estamos ganando menos”.
Aún no se sabe si diciembre traiga más paros técnicos en las planta de San Luis Potosí. La información fluye a cuentagotas.
Vildozo, el analista de IHS Markit, menciona que la crisis de chips seguirá influyendo en las proyecciones de crecimiento de la industria automotriz en los próximos años y prevé que su distribución se recupere hasta la segunda mitad del 2023.
Mientras, incrementa el descontento laboral y las preocupaciones económicas de los trabajadores automotrices continúan en un ambiente de incertidumbre.
“Sé que no está en las manos de GM solucionar la crisis de chips”, dijo Fernanda, pero “no te dicen las cosas. En San Luis siempre hay rumores, pero no hay información real y esto trae mucho estrés en la gente. Te hacen sentir excluido de tu propia empresa”.