El lunes pasado, Marcelo Ebrard, Secretario de Relaciones Exteriores de México y una de los aspirantes a la presidencia del país, llevó a cabo una acción intrépida para conectarse con votantes potenciales: en un tuit, compartió a sus más de 2 millones de seguidores lo que dijo era su número de WhatsApp. 

En menos de 48 horas, su cuenta, estructurada mediante un número de WhatsApp Business, recibió casi un millón de mensajes según Daniel Sibaja, un diputado cercano a Ebrard y que parece estar operando de manera voluntaria dentro de los esfuerzos digitales del Secretario. “Estamos impresionados por la cantidad de mensajes que estamos recibiendo. Es uno cada 40 segundos”, dijo a Rest of World

Aún así, el equipo hizo lo posible por mantenerse al corriente. Para algunos usuarios, la respuesta de Ebrard ha sido inesperadamente rápida. “@m_ebrard me contestó más rápido que mi novio”, tuiteó una usuaria. Rest of World también envió un mensaje y recibió un mensaje de voz del mismo Ebrard un par de horas después. Otros mensajes desde otros cinco dispositivos se enviaron en los días siguientes, pero ninguno de ellos había recibido una respuesta al momento de publicarse esta nota. 

Que los políticos entreguen una línea directa de comunicación a las personas que operan sus canales de comunicación es una estrategia política común. Barack Obama compartió un número telefónico durante la campaña electoral de Trump-Biden en 2020 para incentivar a que las personas le contaran cómo planeaban votar, pero no respondía personalmente a los mensajes recibidos; utilizó una app llamada Community, que enviaba mensajes de voz pregrabados. 

Este tipo de campañas automatizadas se han sofisticado cada vez más con la creación de softwares de redes basados en WhatsApp, como el que en Colombia ayudó a que Rodolfo Hernández, un candidato antisistema llegara a la segunda vuelta electoral. En contraste, la estrategia de WhatsApp de Ebrard es de relativamente baja tecnología, lo cual invita a cuestionar si su intención es comunicarse con sus partidarios o recolectar grandes cantidades de datos que le podrían ayudar a reclutar activistas de a pie cuando comience la temporada electoral. 

Según Sibaja, la cuenta de WhatsApp está siendo operada por un equipo de 30 personas que manualmente leen el océano de mensajes, prescindiendo de respuestas automatizadas o chatbots. Ebrard no responde cada uno, pero cuando lo hace, suele enviar notas de voz — algunas de las cuales se envían en masa, según pudo confirmar Rest of World.

WhatsApp es la plataforma de redes sociales más popular en el país después de Facebook y es utilizada por la mayoría de los mexicanos. El equipo de Ebrard quiere apalancarse de esta alta penetración al perfilar usuarios manualmente según lo que los mensajes sugieren que les interesa. El objetivo es utilizar este canal de WhatsApp para crear audiencias claramente segmentadas que Ebrard pueda alcanzar en silos cuando su campaña comience oficialmente.

“Con WhatsApp no rompes la ley electoral”.

Aún faltan dos años para la elección presidencial y la ley electoral prohíbe que los candidatos comiencen su campaña con tanta anticipación. Utilizar WhatsApp, según observadores, es una manera de darle la vuelta a esta regla. Las conversaciones uno a uno en una app de mensajería, aún si se llevan a cabo de manera masiva, no son consideradas propaganda política según las autoridades electorales de México, excepto si los mensajes solicitaran a los votantes de manera expresa que emitiesen su voto para un candidato determinado. 

“Con WhatsApp no rompes la ley electoral”, dijo Sibaja. Rafael Morales, director de Riesgo y Análisis Político en Aserta, una firma de asuntos públicos en Ciudad de México, coincide. “La ley electoral no considera a este tipo de apps de mensajería”, dijo a Rest of World. “Puedes enviar 500,000, 800,000 mensajes segmentados por edad o por día de la semana, y nadie puede registrar esas operaciones”.

Sin embargo, el uso de otras plataformas de redes sociales, como Instagram, han sido sujetas a sanciones por las autoridades electorales de México. El Instituto Nacional Electoral (INE) multó tanto a Samuel García, el actual gobernador del estado de Nuevo León, como a su partido político, tras decretar que su esposa ínfluencer llevó a cabo donaciones en especie —específicamente, 1,300 historias de Instagram, cuyo valor se estimó en $1.4 millones en apoyo de redes sociales—. 

Otros observadores se preocuparon respecto a las implicaciones éticas de este tipo de comunicación desregulada. “Recopilar tanta información digital, especialmente cuando se trata del teléfono personal de los ciudadanos, es una responsabilidad enorme”, Marcelo García Almaguer, un experto en comunicación política digital, dijo a Rest of World.

Sibaja dice que el equipo de Ebrard lee todos los mensajes que recibe y los filtra por tema y geografía. Después, Ebrard se toma 30 o 40 minutos cada día para responder personalmente; “el Canciller siempre responderá”, insistió Sibaja. Pero analistas como Leonardo Núñez González, analista político del CIDE, una universidad pública mexicana, tienen sus dudas. “Es prácticamente imposible que Ebrard responda personalmente cada uno de esos mensajes. Tratar de decir eso es una mentira”.

Eventualmente, Sibaja dice que Ebrard planea escalar la operación al reclutar a 50,000 voluntarios en los próximos meses a través de la propia campaña de WhatsApp, quienes tentativamente podrían lidiar con el creciente número de mensajes. Un bot bien diseñado podría leer, filtrar y desechar millones de mensajes en una fracción del tiempo y esfuerzo que podría hacer un equipo de 50,000 personas, sugirió Morales. “No veo necesidad de tener a tanta gente”, dijo. 

Sin embargo, Morales sospecha que “el objetivo que está detrás no es qué él responda” a cada una de las personas que le escriben. El éxito probablemente se traduzca en una base de datos de cobertura nacional, bien segmentada y lista para utilizarse cuando las actividades de campaña entren en vigor.