Cuando El Salvador convirtió oficialmente el Bitcoin en moneda de curso legal en septiembre de 2021, José Bonilla fue uno de los primeros ciudadanos en solicitar una billetera digital respaldada por el gobierno que permite a cualquier persona utilizar la criptomoneda. Este salvadoreño de 23 años, que tiene una zapatería con su familia en la ciudad turística de Concepción de Ataco, estaba deseoso de probar la tecnología. Había oído que reduciría los costos y agilizaría los pagos. Después de unos días de superar los fallos técnicos, Bonilla estaba en condiciones de aceptar pagos en bitcoin de sus clientes.

Pero el encanto duró poco. Para febrero del año siguiente, Bonilla ya tenía una larga lista de quejas: el único cajero automático que operaba con bitcoin estaba demasiado lejos, la línea de asistencia al cliente del gobierno era lenta y la divisa en sí era demasiado volátil. Un día, perdió una transacción de $25 dólares de un cliente por problemas técnicos y nunca recibió respuesta del soporte técnico de la billetera digital. “Decidí no volver a utilizarla”, dijo.

No es el único. A seis meses de la entrada en vigor de la Ley Bitcoin en El Salvador, la adopción de la criptomoneda sigue siendo baja. Incluso en “Playa Bitcoin”, una accidentada franja de la costa salvadoreña que se ha convertido en el epicentro de los criptofanáticos, la transición ha sido difícil. Cuando Rest of World visitó el lugar poco después de la entrada en vigor de la ley, todavía había gente que dudaba de Bitcoin. La vendedora de cocos Dina Ponce dijo que pudo concretar más ventas al empezar a aceptar pagos digitales, pero no entendía del todo la tecnología, y el valor de Bitcoin no había subido lo suficiente como para darle los ahorros que esperaba.

Otros negocios de los alrededores de Playa Bitcoin dijeron que habían renunciado a la criptomoneda y que habían vuelto a aceptar solo dinero en efectivo. “Por cómo baja de precio el Bitcoin, estábamos perdiendo plata”, contó Axel Medina, de 21 años, que trabaja en la escuela de surf y restaurante de la familia. “Era difícil mantener nuestro negocio así”. 

Cuando el presidente Nayib Bukele anunció la ley de Bitcoin en junio de 2021, les hizo una gran promesa a sus ciudadanos. La adopción de Bitcoin, dijo, digitalizaría la economía, disminuiría la dependencia del dólar estadounidense, reduciría las tarifas de las remesas —que representan alrededor del 20% del producto interior bruto del país— y fomentaría las inversiones. El Salvador podría convertirse en el primer país en demostrar el poder transformador de la criptomoneda a escala nacional.

Es difícil saber en qué medida se adoptó Bitcoin en el país. En enero, el gobierno respaldó un informe que afirmaba que al menos 4 millones de usuarios —casi toda la población de El Salvador— se habían verificado como usuarios de la billetera digital del gobierno en las últimas semanas. Pero en marzo, una encuesta publicada por la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador informó de que el 86% de las empresas contactadas dijeron que nunca habían realizado una transacción con Bitcoin.

Entrevistas con numerosos ciudadanos salvadoreños, economistas y desarrolladores de tecnología revelan las grietas en el proyecto. Desde su lanzamiento, la iniciativa ha estado plagada de fallos técnicos y han surgido tensiones por la falta de compatibilidad entre el espíritu descentralizador de Bitcoin y el autoritarismo del gobierno de El Salvador. 

Si bien Bukele sigue redoblando su apuesta por el Bitcoin, parece interesarle menos que los salvadoreños adopten la criptomoneda que hacer frente a los problemas económicos de su gobierno y mejorar su propia imagen.

“¿Qué lo motiva?”, se pregunta Alex Gladstein, director de estrategia de la Human Rights Foundation y defensor de la adopción global de Bitcoin. “Para mí es bastante evidente. Su propio interés. Quiere hacerse famoso”.


El romance de El Salvador con Bitcoin empezó en 2019 en la Playa Bitcoin, en el poblado de El Zonte. Allí, un surfista evangélico llamado Mike Peterson se asoció con un lugareño, Jorge Valenzuela, para transformar el pequeño pueblo costero en una economía circular construida en torno a la criptomoneda.

Tras advertir el potencial de su aplicación a nivel nacional, el presidente Bukele anunció su Ley Bitcoin en un congreso sobre criptomonedas en Miami en junio de 2021. La ley convirtió a El Salvador en el primer país en aceptar Bitcoin como moneda de curso legal e hizo obligatorio que los negocios lo aceptaran como medio de pago.

“En El Salvador estamos tratando de empezar a diseñar un país para el futuro”, proclamó Bukele en su mensaje en video para el congreso.

Para sentar las bases de la transición, el gobierno impulsó el desarrollo de la tecnología que permitiría a los ciudadanos comprar y vender en Bitcoin, incluyendo una billetera digital llamada Chivo (lo cual, en argot salvadoreño, significa “cool”). Los usuarios iban a poder utilizar la billetera digital Chivo para recibir o enviar dinero en criptomonedas; como en Venmo o Paypal, pero la divisa sería en bitcoin. El gobierno se ha mostrado reacio a ofrecer información sobre la empresa que desarrolló y es propietaria de esta tecnología, pero Rest of World ha entrevistado a algunas de las empresas privadas que participaron en el proceso. Athena Bitcoin, una empresa de criptomonedas con sede en Estados Unidos, es la que desempeña el papel más importante. 

Rest of World se reunió con el director general de Athena Bitcoin, Eric Gravengaard, en la torre Insigne, una imponente rascacielos de cristal y acero en el lujoso barrio de San Benito, donde contó cómo la empresa llegó a participar del ambicioso experimento salvadoreño.

Athena Bitcoin se dedicaba originalmente a construir cajeros automáticos de Bitcoin, que permiten a los usuarios cambiar dinero común y corriente por cripto o viceversa en los EE.UU. En 2019, Gravengaard, que conocía a Peterson, al fundador de la Playa Bitcoin, por un amigo en común, se ofreció a suministrar uno para el proyecto. Estuvo en El Salvador en febrero de 2020 para ayudar a instalar la máquina, que además fue el primer cajero automático de El Zonte. En los meses que siguieron, lo empezaron a llamar personas para contarle que tenían que ir a El Zonte desde San Salvador, a 50 kilómetros, para usar el cajero. Decidió enviar un par más.

Cuando Bukele anunció la Ley Bitcoin, los nuevos cajeros automáticos estaban en aduana y Gravengaard contó que el gobierno se contactó con él para preguntarle si la empresa quería hacer una ceremonia de corte de listón e instalar más de 200 cajeros en todo El Salvador. Esos fueron los que luego se instalarían con la marca Chivo. 

“Vinimos a El Salvador sin agenda política”, cuenta Matias Goldenhörn, director de Athena para América Latina. “Vinimos a El Salvador porque somos bitcoineros”.

“Vinimos a El Salvador porque somos bitcoineros”.

Pronto, Athena también se hizo cargo de un proyecto más grande: diseñar la interfaz para que los usuarios pudieran utilizar la billetera Chivo, además de un sistema de punto de venta, llamado Athena Pay, que permitiría a las tiendas aceptar Bitcoin. Hacer transacciones en bitcoin puede ser caro y lento, y requiere cierto nivel de conocimiento técnico. Los cajeros automáticos de Athena no servían de nada si el salvadoreño promedio no tenía un monedero digital que pudiera utilizar para comprar y vender bitcoin de forma rápida y económica. Para diciembre, ya había 950 terminales Athena Pay instaladas en todo el país. 

No se sabe cuánto le pagaron a cada empresa que participó de la implementación de Chivo. Según informes de medios salvadoreños y estadounidenses, se estima que el gobierno ha gastado varios millones de dólares. En septiembre, cuando entró en vigor la Ley Bitcoin, el precio de las acciones de Athena se disparó en un primer momento por más de 600%.

Gravengaard dice ser libertario y no ve ninguna contradicción en que el ecosistema Bitcoin de El Salvador esté bajo el control del gobierno de Bukele. “El dinero es un recurso social”, dijo en una entrevista para Rest of World. Cualquier persona que participe de una economía tiene que ceder en algún momento un poco de control y confiar en alguien más, ya sea el desarrollador de una aplicación, un banco o un gobierno. “No tengo muchas ganas de vivir en un mundo en el que no pueda confiar en nadie”, dijo. “No es precisamente un mundo feliz”.


Por otra parte, El Salvador es un país donde la mayoría de las transacciones se siguen realizando en efectivo; y casi un 70% de la población está fuera del sistema bancario. Los críticos señalan que la transición salvadoreña a Bitcoin no tiene en cuenta a las personas que no tienen teléfono inteligente —principalmente los adultos mayores—  o acceso al internet. En 2019, cerca de la mitad de la población carecía de conectividad digital. 

Además, buena parte de la población ni siquiera sabía qué era Bitcoin cuando se hizo de público conocimiento que su país planeaba convertirlo en moneda de curso legal. Una encuesta realizada antes de la implementación por la Universidad Centroamericana entre unos 1,300 salvadoreños reveló que solo un 10% de los encuestados entendía con claridad cómo funcionaba la criptomoneda. Alejandro Molins, que trabaja en Athena Bitcoin y cuya responsabilidad es conseguir que los comerciantes de El Salvador descarguen y utilicen la billetera digital Chivo, le confesó a Rest of World que su propia madre aún no ha solicitado la suya.

Algunos de los inscriptos se han quejado de problemas técnicos con la aplicación Chivo, como cuentas creadas con identidades falsas, pérdida de transacciones y códigos de error al intentar realizar pagos.

En septiembre de 2021, poco después del lanzamiento, Eunice Melara, una estudiante de medicina de 22 años, hizo una larga cola en un cajero de Chivo en San Salvador.  Tenía muchas ganas de probar la aplicación, pero le apareció un saldo erróneo en su cuenta. Cuando se puso en contacto con el soporte técnico del gobierno, no pudieron resolver el problema. “No funcionó en todo el día y tuve que llamar al centro de atención y me dijeron que habían abierto un caso”, le dijo a Rest of World. Esperaba tener más suerte resolviendo el problema en persona. 

Otras personas tienen quejas de naturaleza más ideológica. Mario Gómez, un desarrollador de software de unos 30 años, se enteró del proyecto Bitcoin de El Salvador junto con el resto del mundo, cuando Bukele lo anunció en junio de 2021. “Nos tomó a todos por sorpresa”, cuenta.

A Gómez le llamó la atención la infraestructura digital que el gobierno salvadoreño estaba montando para su transición a Bitcoin, incluyendo la billetera digital Chivo, que es lo que se conoce como “billetera de custodia”. Las billeteras de custodia resuelven un problema que suele presentárseles a los usuarios de criptomonedas. Los pagos con Bitcoin funcionan por cadena de bloques, un proceso por el que cada transacción financiera se registra en un archivo de contabilidad digital y luego se verifica mediante un proceso informático. Los usuarios tienen una clave pública, que los vincula con Bitcoin, y una clave privada, que les permite acceder a sus fondos. Pero esto puede causar problemas. Los usuarios que pierden su clave privada, por ejemplo, no pueden recuperar su dinero en Bitcoin. Con una billetera de custodia, un tercero guarda las claves para que los usuarios no tengan que preocuparse por perderlas.

“Chivo es un pagaré en Bitcoin o en dólares. Parecido a una cuenta bancaria”.

No era descabellado que la billetera digital Chivo se implementara con custodia: el gobierno tenía que diseñar una billetera que fuera fácil de usar para el público en general, la mayoría del cual ni siquiera tenía y nunca había tenido cuenta bancaria. Pero a Gómez no le pareció bien. Muchos puristas de Bitcoin critican las billeteras de custodia por considerarlas contrarias a lo que consideran el principio ético fundamental de la criptomoneda: la descentralización. Un dicho muy famoso en el mundo de las cripto dice: Not your keys, not your coins [Si no es tu llave, no son tus monedas]. Es decir, si otra entidad tiene acceso a tu clave privada, en realidad no eres dueño de tus bitcoin. Aunque técnicamente Chivo sea una empresa privada, una empresa del gobierno es dueña del 99% de los activos y está financiada por un fondo público de $150 millones de dólares. Esto significa que, para efectos prácticos, el gobierno tendría el control de las claves de sus ciudadanos.

Gómez se lanzó a contar en hilos de Twitter lo que había investigado. Al día siguiente, unos días antes del lanzamiento de la billetera Chivo, la policía lo detuvo, supuestamente por un problema con su auto, fue detenido y le confiscaron sus teléfonos. Las autoridades anunciaron que lo estaban investigando por estafa financiera, pero a Gómez nunca lo arrestaron oficialmente ni lo acusaron de ningún delito. Dos organizaciones presentaron denuncias ante el fiscal general del país alegando que la detención de Gómez era arbitraria. Gómez sospecha que el motivo fueron sus críticas a Chivo. Rest of  World se ha puesto en contacto con las autoridades, pero aún no ha recibido respuesta. 

El uso de Chivo no es obligatorio para los salvadoreños, que pueden pueden optar por  otras billeteras digitales que operen en Bitcoin, pero se incentivó a los usuarios con un bono de inscripción de $30 dólares, equivalente a casi tres días de salario mínimo. 

Algunos promotores de la criptomoneda insisten en deslindar la billetera Chivo de la ética descentralizada de Bitcoin. “Chivo no es Bitcoin”, afirmó Gladstein, de Human Rights Foundation, entrevistado por Rest of World. “Chivo es un pagaré en Bitcoin o en dólares. Parecido a una cuenta bancaria”.


En noviembre de 2021, dos meses después de la entrada en vigor de la Ley Bitcoin, cientos de visitantes llegaron de todo el mundo al pequeño aeropuerto internacional de San Salvador. Pasaron el control de inmigración sin tener que pagar la cuota acostumbrada de $12 dólares para entrar al país (aunque, si querían pagar, los funcionarios aceptaban Bitcoin).

En El Salvador era la Bitcoin Week, una semana de conferencias y eventos que dio cita a una multitud de creyentes en la criptodivisa de todo el mundo, y que le daba al gobierno de Bukele una oportunidad para convencer a la comunidad bitcoinera global de los beneficios mutuos de la asociación entre el país y la criptomoneda.

La Playa Bitcoin se había transformado para la ocasión. Las calles estaban llenas de puestos de comida con grandes carteles de plástico con el símbolo de Bitcoin. Un DJ pasaba canciones tecno y pop, incluida una versión de “Despacito” con la letra cambiada en honor de la criptomoneda: en vez de “Tengo que bailar contigo hoy”, la canción decía “Tengo que comprar un bitcoin hoy”.

Dagart Allison, que al ser entrevistado por Rest of World afirmó ser un administrador de propiedades de Los Ángeles que se dedica a la criptomoneda como pasatiempo, estaba presente en el congreso de Miami donde Bukele anunció sus planes. Estaba tan entusiasmado con la Ley Bitcoin que supo en ese momento que tenía que viajar a El Salvador, pero le preocupaban los problemas de seguridad del país. La Semana Bitcoin era la excusa perfecta para ir de visita, sabiendo que estaría rodeado de un nutrido contingente de personas con ideas afines.

“Y luego vienes y te das cuenta de que las cosas son muy diferentes. Es una lucha”.

Pero esa supuesta capital mundial del Bitcoin no estuvo a la altura de sus expectativas. Intentó alquilar una tabla de surf en un puesto de El Tunco pagando con Bitcoin, pero le dijeron que no lo aceptaban. Preguntó si tenían Chivo. Le respondieron que sí, pero que no sabían cómo utilizarlo con otras billeteras digitales: para acceder a esa función había que pulsar una confusa serie de botones.

“Desde el punto de vista de Bitcoin, es increíble: es tan innovador y hermoso que uno se imagina algo cercano  a la perfección”, dijo sobre El Salvador. “Y luego vienes y te das cuenta de que las cosas son muy diferentes. Es una lucha”.

Craig Toennies, un estadounidense que se había dado el gusto de emigrar a El Salvador para atender un hostal en El Zonte antes de marcharse durante la pandemia, contó que los preparativos de la Semana Bitcoin daban la impresión de que el evento estaba mucho más centrado en la criptomoneda de lo que lo estaba en realidad. “Había un ambiente como de aldea de Potemkin”, contó. Desde que volvió en noviembre, dijo, las únicas personas que ha visto realizar transacciones con Bitcoin habían sido turistas.

El punto culminante de la Semana Bitcoin se anunció con apenas un día de antelación, cuando todas las mesas del congreso ya habían terminado y la mayoría de los asistentes ya habían tomado sus vuelos de regreso. Con sus botellas de cerveza Suprema y Regia, el público restante quedó de cara a un escenario con vista al Pacífico, al final de la ruta que va a El Zonte. Cuando caía el sol, agarraron sus teléfonos inteligentes, listos para grabar, mientras los fuegos artificiales estallaban en el cielo. Un hombre apareció como si nada en el escenario, vestido de camisa blanca, pantalones y una gorra de béisbol echada hacia atrás, y con un micrófono en la mano. La pantalla gigante lo identificó acto seguido: “el Presidente”. Bukele había venido a hablar a la multitud.

Cuando se interrumpió la música, se dirigió a su público en inglés: “¿Cómo va la Semana Bitcoin?”

Bukele le habló a la comunidad Bitcoin en su propio idioma, haciendo referencia a Satoshi (Satoshi Nakamoto, el seudónimo del creador o colectivo detrás de la creación de Bitcoin) y salpicando su discurso con jerga para entendidos como la “píldora naranja” (ideología que postula a Bitcoin como adalid de la libertad y la soberanía monetaria). 

Acto seguido, llevó a cabo el anuncio que tenía preparado: la creación de una nueva ciudad llamada Ciudad Bitcoin, en la región de La Unión, al sur del país. 

“No es una idea y nada más. Sería oficialmente un municipio, con alcalde y todo”, dijo.

Ciudad Bitcoin, continuó, tendría zonas residenciales y comerciales, museos, un aeropuerto; “todo dedicado a Bitcoin”. Habría minas de Bitcoin con energía volcánica y una plaza central en forma de B, en honor a la inicial de la criptomoneda.

Por supuesto, al igual que en el resto de El Salvador, el Bitcoin sería de moneda legal. Pero la multitud se enardeció aún más cuando Bukele detalló otros incentivos. Los residentes, dijo, no pagarían impuestos sobre la renta ni las ganancias sobre el capital (“Inviertan aquí, ganen todo el dinero que quieran”, dijo), ni sobre la propiedad, ni cargas laborales, ni tasas municipales.

Bukele invitó al escenario a Samson Mow, entonces director de estrategia de una empresa de criptomonedas llamada Blockstream. La ciudad, explicó Mow, se financiaría con un “bono Bitcoin” de $1,000 millones de dólares, respaldado en primera instancia por la criptomoneda. La mitad del dinero recaudado se destinaría a ayudar a construir la infraestructura energética y minera. La otra mitad se destinaría a la compra de más Bitcoin; la teoría, según Mow, es que si el valor de Bitcoin continuara apreciándose, El Salvador cosecharía los beneficios y les devolvería su dinero, más intereses, a los tenedores de los bonos.

“Si quieren invertir en El Salvador, ésta es la forma más fácil”, le espetó Mow a la multitud. Imaginó un futuro en el que otros países también emitirían bonos Bitcoin. “A partir de ahora, los Estados-nación van a tener miedo de perderse la oportunidad que ofrece Bitcoin”, dijo. 

A los bitcoineros como Allison, un anuncio de esta naturaleza los sacó de onda. “En el mundo del Bitcoin, por lo general cuanto más se busque llamar la atención, más escépticos nos volvemos”, le contó a Rest of World. “Si algo es tan bueno como dice, tiene que hablar por sí mismo”. Sin embargo, se mostró entusiasmado con la idea de una ciudad centrada en la criptomoneda.

Algunos economistas con los que habló Rest of World sospechan que hay un vínculo entre los bonos Bitcoin y la crisis de la deuda de El Salvador, que ha ido creciendo durante el mandato de Bukele y el de sus dos predecesores, lo que le pone en una situación difícil, sobre todo si quiere seguir financiando sus políticas de corte populista. El Salvador enfrenta un vencimiento por $800 millones de dólares en sus bonos tradicionales en dólares en enero de 2023.

“En condiciones normales, la mayoría de las economías tiene acceso a los mercados internacionales de capitales”, explicó Álvaro Trigueros Argüello, economista de la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social. “Lo que ha ocurrido en El Salvador es que el riesgo soberano ha ido subiendo, sobre todo al principio de la pandemia”.

En consecuencia, el gobierno de Bukele se quedó afuera de los mercados internacionales de capitales. La forma habitual de salir de esta deuda sería con un préstamo multilateral. Pero, a causa de la Ley Bitcoin, Bukele recibió un tirón de orejas de parte del Fondo Monetario Internacional. A finales de enero, el organismo le exigió que eliminara el Bitcoin como moneda de curso legal. Bukele respondió en Twitter con un meme de Los Simpsons.

Acá es donde entrarían los bitcoineros. Supuestamente, el primer bono se va a gastar en infraestructura en Ciudad Bitcoin y en la compra de más Bitcoin. Pero, si tiene éxito, el gobierno podría considerar la posibilidad de emitir bonos similares con la esperanza de recaudar capital para saldar la deuda sin recurrir al FMI. “Ese primer bono no va a resolver el problema financiero del gobierno”, le contó Trigueros a Rest of World. “Lo que creemos que tienen en mente es que si este primer bono tiene éxito, entonces pueden emitir nuevos bonos similares para resolver el déficit de financiación del presupuesto”.

En enero, cuando le preguntaron en una conferencia de prensa si los bonos Bitcoin se iban a utilizar para cubrir el inminente vencimiento de la deuda soberana de El Salvador, y para zanjar una brecha presupuestaria, el ministro de finanzas de Bukele, Alejandro Zelaya, respondió: “Cuando se emitan, veremos si tienen éxito en esa estrategia; yo creo que sí”. Zelaya no respondió cuando Rest of World le ofreció derecho a réplica.

“Este gobierno se ha caracterizado por la la improvisación en materia económica”.

El economista salvadoreño Rommel Rodríguez explicó que duda que, desde un primer momento, el plan de Bukele haya sido apelar a los bitcoineros para ayudar a resolver los problemas económicos de El Salvador. Más bien, cree que la solución se le ocurrió por el camino. “Este gobierno se ha caracterizado por la la improvisación en materia económica”, dijo.

Rodríguez pronostica que es posible que Bukele recaude una suma cuantiosa entre los aficionados del Bitcoin que ha cortejado al “apostar” a la criptodivisa el futuro del país, pero duda que llegue a ingresar los $1,000 millones de dólares. “El problema es que la gente es como es”, dijo Rodríguez. “Dar marcha atrás y seguir la recomendación del FMI sería un duro golpe para su imagen internacional”.

Bukele dijo inicialmente que los bonos en Bitcoin se emitirían a principios de 2022. El 11 de marzo, Zelaya, el ministro de finanzas, afirmó que podrían emitirse a mediados de marzo. Al momento de publicarse este artículo, todavía no se habían emitido. 

Con todo, Bukele no ha perdido ni una gota de entusiasmo por la criptomoneda. Con frecuencia, se jacta en Twitter de haber comprado Bitcoin con fondos del gobierno: hasta la fecha, el gobierno ha adquirido más 1,000 bitcoin. Pero desde que la divisa alcanzó un máximo de casi $69,000 dólares a principios de noviembre, el precio por unidad ha caído, bajando casi un 50% en un momento dado hacia finales de enero y reduciendo el valor de las tenencias de Bitcoin del país en decenas de millones de dólares. Bukele podría ser víctima de una de las principales razones por las que los gobiernos tienden a evitar el Bitcoin: su volatilidad.

“Antes de que [Bukele] sancionara la Ley Bitcoin, no lo conocía nadie. Hoy es probablemente el líder centroamericano más famoso”, dijo Gladstein. “Está apostando toda su reputación en esto”.

En Concepción de Ataco, cuatro meses después de la conferencia sobre criptomonedas, Bonilla, el dueño de la zapatería, cuenta que nunca escuchó hablar de Ciudad Bitcoin ni de los bonos en la criptomoneda. Seguía sin estar convencido de la divisa virtual. La encuesta publicada por la cámara de comercio del país en marzo encontró que solo el 3.6% de los propietarios de negocios afirmó que Bitcoin había ayudado a aumentar sus ventas.

“Básicamente, lo utilizan las grandes empresas”, dijo Bonilla. “Entre el Bitcoin y el efectivo, prefiero que [los clientes] me paguen en efectivo”.