En una sofocante mañana de este pasado diciembre, la diseñadora brasileña Eduarda Martins Delcourt estaba tratando de viajar por el sur de Río de Janeiro a la casa de su familia para pasar la navidad. Su primer impulso fue abrir la aplicación Uber.
Uber indicó que el viaje de 15 minutos le costaría 40 reales (alrededor de $7 dólares), más del doble de lo que recordaba haber pagado por un viaje similar hace solo un par de años.
Entonces, Martins Delcourt cerró la aplicación e hizo que su madre le pidiera un taxi con Taxi.Rio, una aplicación desarrollada por el gobierno de Río de Janeiro para conectar a los usuarios con el servicio de taxi tradicional. Taxi.Rio le cobró 18 reales (alrededor de $2.80 dólares) por el mismo viaje, menos de la mitad de lo que cobraba Uber.
Martins Delcourt es una en un número creciente de brasileños que dejan a Uber por taxis, que se han vuelto más baratos y más fáciles de conseguir. Según el Sindicato de Taxistas Autónomos del Municipio de Río, la demanda de los servicios de taxi de Río, que ahora operan en varias ciudades de Brasil, aumentó un 60% a fines de 2021. Taxi.Rio recibió aproximadamente 38,000 usuarios mensuales en 2021, según cifras oficiales del gobierno de la ciudad de Río.
Por su parte, las estadísticas del estado de Río de Janeiro muestran que los taxis tradicionales registraron alrededor de 226.8 millones viajes completados en 2021, en comparación con 136.08 millones en el mismo período del año anterior, afirmó Rodrigo Lopes Cosendey, secretario general del Sindicato de Taxistas del Municipio de Río Niteroi.
La cifra de viajes mensuales completados en Brasil por Uber y 99 —propiedad del gigante tecnológico chino DiDi— no es pública, pero se cree que la cantidad de usuarios activos entre ambas compañías asciende a 28 millones con unos 750,000 conductores activos trabajando para 99, comparado con los más de 600,000 que tiene Uber.
Sin embargo, en los últimos años, competidores nuevos y menos conocidos, como Taxi.Rio y Lady Driver, han atraído alrededor del 8% de los usuarios brasileños.
El regreso a los taxis tradicionales ha estado impulsado en gran parte por los precios y los tiempos de espera más largos. Uber y 99 lidian con la escasez de conductores y la alta demanda, lo cual se ha traducido en incrementos de precios, como se vio durante dos meses el otoño pasado cuando aumentaron las tarifas por un 30%, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE).
Andreia Santos, otra residente de Río, le dijo a Rest of World que Uber le cobró casi 150 reales (alrededor de $27 dólares) por un viaje de aproximadamente 30 minutos el 31 de diciembre. “El mismo precio que mis compras semanales del supermercado”, dijo.

Los precios de los taxis en todo Brasil los establecen las autoridades locales y han tenido aumentos mínimos en los últimos tres años. Y los centros urbanos altamente poblados como Río de Janeiro han invertido mucho recientemente en aplicaciones como Taxi.Rio, cuyo objetivo es hacer que pedir un taxi sea tan fácil como llamar a un Uber. Esto significa que los brasileños poco a poco han comenzado a encontrar que los taxis tradicionales son a menudo alternativas más baratas y convenientes que las aplicaciones privadas de transporte.
“Dado el aumento de la demanda de viajes, muchas personas están volviendo a los taxis o los están descubriendo por primera vez”, dijo a Rest of World Alessandro Ruiz Martínez, líder del sindicato Frente Nacional de Taxis (Frennataxi).
La demanda creciente de viajes y el número limitado de conductores han causado los recientes aumentos de precio en Uber en lugares como el Reino Unido y Estados Unidos. Pero en Brasil, las aplicaciones de transporte compartido están en una situación particular debido a la creciente inflación, en gran parte impulsada por los altos precios del combustible.
En Río de Janeiro, como en otras partes de Brasil, donde la mayoría de los conductores usan gasolina, el precio de esta se ha disparado hasta un 46% en 2021. El gas natural también subió casi un 40% en 2021.
Para los conductores, el incremento exorbitante del precio de la gasolina, más el 30% que le cobran las apps de transporte privado, a veces los desmotiva. “Si es un viaje corto, simplemente no vale la pena aceptar la tarifa”, dijo a Rest of World Wilson Lucas, un joven de 22 años que conduce tanto para Uber como para 99 en Río. Lucas trabaja de 10 a 12 horas al día, los siete días de la semana, y se lleva a casa como promedio menos de 1,900 reales (alrededor de $337 dólares) en un mes bueno.
Y ese dinero vale menos cada día. Si la inflación anual medida por el índice de precios al consumidor es del 6.8% y el 7.37% en los Estados Unidos y en México, respectivamente, Brasil enfrenta una tasa del 10.74%. Aunque el aumento de los precios de la gasolina afecta por igual tanto a Uber como a los taxistas, los de Río ganan un salario base mensual de 4,500 reales (unos 800 dólares), dice Cosendey, del Sindicato de Taxis, y pueden llevarse a casa la mayor parte de lo que ganan en el camino: el Ayuntamiento de Río se queda solo con el 5% de las ganancias, a diferencia de la comisión del 10% al 35% que cobran las aplicaciones privadas.
“Dado el aumento de la demanda de viajes, muchas personas están volviendo a los taxis o los están descubriendo por primera vez”.
Las tarifas de los taxis con taxímetro también las determina el municipio por adelantado, mediante lo que se conoce localmente como el sistema “Bandeira 2”, donde las tarifas pueden aumentar hasta entre un 20% y 40% durante los períodos de mayor demanda, como en días festivos y los sábados por la noche. Sin embargo, a diferencia del modelo de precios dinámicos de las aplicaciones, los precios de los viajes aumentan durante horas fijas.
Uber, que aún controla el 70% del mercado de taxis compartidos en Brasil, está mejorando su servicio para atraer más pasajeros de vuelta a su app.
En septiembre, la empresa expulsó de la aplicación a 1,600 conductores por exceso de cancelaciones. La compañía también espera atraer conductores nuevos y le dijo a Rest of World que buscaba mantener a los conductores al volante con la implementación de ofertas de devolución de efectivo en planes de atención médica y de telefonía celular, así como en la compra de combustible —aunque esto último solo suma 600 reales (poco más de $100 dólares) al año—.
Aún así, iniciativas municipales como Taxi.Rio están dando pelea. Lanzada en 2017, Taxi.Rio tiene algo que las aplicaciones privadas de transporte no tienen: regulaciones locales que la favorecen. Por ejemplo, el gobierno de Río ha ofrecido a los taxis de Taxi.Rio la libertad de usar los carriles expresos para autobuses, lo cual puede reducir drásticamente las tarifas y los tiempos de viaje.
El alcalde también ha anunciado planes para cobrarles un impuesto a las app privadas de transporte, como Uber, a una tasa del 1.5% por el uso de las vías públicas, como parte de una iniciativa más amplia de “ciudad inteligente” para reducir el tráfico. Taxi.Rio, designada legalmente como transporte público, quedó exenta de la regulación.
Según cifras oficiales del gobierno de Río, Taxi.Rio cuenta actualmente con 33,000 conductores activos. El 80% de los 90,000 taxistas tradicionales del estado de Río están registrados en la aplicación.
Entre octubre y noviembre del año pasado, cuando Brasil lidiaba con dos meses de inflación de dos dígitos, Taxi.Rio también reportó un aumento del 8% en los pasajeros y un aumento del 26% en los viajes completados, Kley Pontes, coordinador técnico principal de IplanRio, empresa municipal de informática de Río, dijo a Rest of World.
Edson Neves, un taxista que comenzó a trabajar con Uber cuando la empresa llegó por primera vez a Brasil, regresó a los taxis tradicionales hace tres meses, cuando se dio cuenta de que los costos de los conductores habían aumentado mientras que sus derechos laborales habían disminuido drásticamente el año pasado.
Para los analistas, la pregunta es cómo Taxi.Rio podría mantener el ritmo más allá del momento específico de escasez de conductores, inflación y crisis de desempleo en Brasil.
Para Pedro Paulo Albuquerque, CEO de Skill, una startup de tecnología con sede en Brasilia, los problemas actuales de las aplicaciones han ofrecido una opción adicional para segmentos de la población brasileña que busca viajes rápidos, particularmente durante las horas pico, los días lluviosos y los viajes al aeropuerto. Sin embargo, no ve cómo alternativas de transporte compartido respaldadas por el Estado podrían reemplazar a las aplicaciones privadas.
“Para que Taxi.Rio realmente prospere, necesita ser de fácil acceso y la capacidad de desarrollar tecnología de alto rendimiento más allá de lo que puede hacer un departamento gubernamental”.
Aún así, Neves, el taxista, no volverá a Uber o 99 por el momento —ni siquiera si disminuye la inflación—.
“Trabajar como taxista es una profesión, [con Taxi.Rio] tenemos seguridad”, dijo.
Sin embargo, Lucas, el conductor de Uber y 99 de 22 años, dice que va a esperar. Para él y muchos otros brasileños en aprietos económicos y acostumbrados al trabajo informal, la flexibilidad de trabajar en las aplicaciones privadas, algo que Taxi.Rio no ofrece, los ha ayudado cuando hay pocas alternativas de empleo disponibles. Sin embargo, si las perspectivas mejoran en la ciudad, sueña con algún día completar estudios en el ejército.
Esa para él, “es una profesión más estable”.