Desde hace al menos cinco años, los residentes de Arroyo Prieto, un pueblo en la montaña de Guerrero, en el sur de México, miran al cielo para saber si su conexión de internet será buena ese día. Esta comunidad de menos de mil personas está rodeada por la sierra, caminos de terracería y barrancas. El poblado depende de un servicio satelital para tener acceso al internet, lo cual significa que las nubes y la lluvia a menudo causan que las conexiones sean lentas o entrecortadas.
Incluso cuando los cielos están despejados, el acceso a los servicios de empresas como StarGo, uno de los proveedores mexicanos de internet satelital que brinda sus servicios a Arroyo Prieto, puede ser costoso. Las tarifas van desde los 1,000 pesos ($48 dólares) mensuales y es ahí donde intervienen vendedores de internet como Quirino de la Cruz Nicolás.
En 2017, de la Cruz, que está suscrito a StarGo, le pagó a un técnico para que instalara un dispositivo router que aumentará la cobertura desde su casa y le configurara un software para generar fichas de internet. De usuario de internet, de la Cruz pasó a distribuidor de internet, vendiéndole Wi-Fi a su comunidad, a partir de 10 pesos ($0.48 dólares) la hora. Actualmente, de la Cruz es uno de los cinco distribuidores de internet en su pueblo.
El negocio de vendedor informal de internet es difícil: hay competencia de vecinos que se han dedicado a vender su propio internet, a menudo de mejor calidad. Luego está el gobierno mexicano, que ha prometido brindar cobertura universal y las empresas de telecomunicaciones, que finalmente han empezado a llegar a las pequeñas comunidades rurales como Arroyo Prieto.
Sin distribuidores de internet como de la Cruz, el acceso a internet para los Na Savi, como se llaman a sí mismos los habitantes de Arroyo Prieto, sería extremadamente limitado. Arroyo Prieto aún carece de torres de telefonía celular y su terreno montañoso corta la señal de los que están a sus alrededores. Los vecinos usaban las antenas parabólicas instaladas por el gobierno en la estación de policía y en dos escuelas locales donde, durante años, un número limitado de personas podía navegar por internet. “Había que esperar hasta media hora en la fila para que la gente colgara el teléfono con un familiar”, recordó de la Cruz.
Aunque el presidente Andrés Manuel López Obrador prometió brindar acceso universal a internet a los mexicanos para 2021, más de 35 millones de personas en el país aún no tienen conexión. La brecha digital se ha reducido en los últimos años, pero persisten grandes desigualdades: alrededor del 50% de la población en comunidades rurales remotas no tiene acceso a internet, en comparación con un 23% en áreas urbanas. Recientemente, López Obrador aplazó su promesa para mejorar la conectividad hasta 2023.
Mientras tanto, las poblaciones rurales han llegado a depender de internet satelital privado. Eso tiene un costo: los ciudadanos de Arroyo Prieto pagan 274% más por un paquete satelital residencial comparado con otras personas que se conectan a internet de fibra óptica en áreas urbanas. Y el acceso que obtienen por ese precio es mucho más lento, ya que la conexión generalmente tiene un tope de 35GB o menos: la descarga de una película en alta definición consume de 3GB a 4GB.
Por su parte, los vendedores de internet en Arroyo Prieto ofrecen paquetes de internet desde 30 pesos ($1.48 dólares) al día. Es un precio elevado en Guerrero, donde el salario mínimo diario es de 50 pesos ($2.50 dólares). Sin embargo, la gente está dispuesta a pagarlo, particularmente ahora que algunos estudiantes aún deben tomar clases en línea debido a la pandemia de Covid-19.
De la Cruz compite con los otros cuatro distribuidores de internet en su ciudad por los clientes. Tienen, reconoce, mejor cobertura de la que él puede ofrecer. Ahora vende su conexión a solo 5 pesos ($0.24 dólares) la hora, pero aun así, su negocio ha disminuido considerablemente. A veces obtiene una ganancia de alrededor de 500 a 1000 pesos ($24–$48 dólares) al mes; otras veces, gana lo suficiente nada más para pagar su tarifa de internet. Un gran cartel de lona todavía cuelga en su modesta casa de madera anunciando fichas de internet.
Durante la última década, las empresas de telecomunicaciones han comenzado a conectar a internet los últimos territorios que quedaban desconectados. Recientemente, los revendedores mexicanos de valor agregado, o VARs, empresas que revenden datos de empresas de internet satelital a pueblos remotos, se han vuelto populares en las zonas rurales de México: empresas como Prosperist Group, StarGo, Telmex y Dish. Se puede ganar mucho dinero con el rediseño del acceso a internet para las comunidades rurales, dice Carlos Mireles, el ingeniero de redes que le instaló el enrutador a de la Cruz. Pero “los dueños de los metales [satélites] son los que ganan más dinero”, dijo a Rest of World.
Mireles ha estado en la industria de las telecomunicaciones durante 15 años. Primero, instaló líneas telefónicas rurales y finalmente vendió acceso a internet satelital a esas mismas comunidades. Mientras trabajaba con StarGo, lanzó su propio negocio como experto, brindando hardware, software y soporte técnico a personas que querían revender su servicio de internet satelital como de la Cruz. Pero ha descubierto que ese oficio ya no es redituable debido a que empresas más grandes han venido a ganarle el negocio.
Iván Ordáz, cofundador de Co-co, un VAR radicado en la norteña ciudad de Monterrey, es uno de ellos. Ordáz vio cómo la pandemia incrementó la necesidad de internet. Cuando creaba una red, dice que se vendía como “pan caliente”. Con solo un año, Co-co ahora está en 36 pueblos rurales. Co-co promete internet de mayor calidad de la que pueden ofrecer los distribuidores informales. Eso se debe a que “los VARs pueden comprar datos a mejor precio de los proveedores de internet [satelital] y luego construir un modelo de gestión comunitaria”, explicó Ordáz.
Y luego está el plan de internet universal del gobierno. Como parte de su misión de cumplir con su iniciativa “Internet para todos”, el gobierno mexicano está buscando aumentar la conectividad mediante el reemplazo de la tecnología satelital en comunidades remotas.
Por ahora, la competencia principal de de la Cruz siguen siendo sus vecinos. En los últimos años ha tenido que bajar sus precios; ha pasado mucho tiempo desde la última vez que vio ganancias como las que hizo en 2017.
Aún así, de la Cruz dice que una mayor conectividad, tener variedad de opciones y una mejor banda ancha para su región sería beneficioso para su comunidad. Su sueño es abrir un cibercafé en Arroyo Prieto. “Quiero comprar de 10 a 20 computadoras, cuando tenga el dinero; en este momento, no tengo ahorros”, dijo.